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La poética de la ensoñación - Gastón Bachelard

Gaston Bachelard nació el 27 de junio de 1884 en la Francia rural, en Bar-sur-Aube, y murió en París el 16 de octubre de 1962. Después de trabajar en el servicio postal (1903-1913), fue profesor de física en el Collège de Bar-sur-Aube entre 1919 y 1930. A los treinta y cinco años, Bachelard emprendió nuevos estudios, esta vez de filosofía, y completó su agrégation en 1922. En 1928 publicó su tesis doctoral, que había defendido en 1927: Essai sur la connaissance approchée (Ensayo sobre el conocimiento aproximado) y su tesis complementaria, Étude sur l'évolution d'un problème physique, La propagation thermique dans les solides (Estudio sobre la evolución de un problema fisico: la propagación térmica en los sólidos). Sobre la base de esta obra, en 1940 le ofrecieron la cátedra de historia y filosofía de la ciencia en la Sorbona, puesto que ocupó hasta 1954.

Gastón Bachelard en 1965

Gastón Bachelard es uno de mis escritores favoritos. Con toda seguridad, es mi escritor francés favorito, y posiblemente, mi filósofo favorito también.

Conocí su obra gracias a una publicación llamada "Señal que cabalgamos" y que se regalaba en la Universidad Nacional de Colombia mientras estudié allí. Así, llegó a mis manos "La llama de una vela", y me enamoré instantáneamente.

Una de las dimensiones influyente del pensamiento de Bachelard es su análisis de las formas de la imaginación, especialmente las imágenes relacionadas con los temas de la materia, el movimiento, la fuerza y el ensueño

En este aspecto, Bachelard hace un análisis de la literatura a partir del psicoanálisis y la filosofía; pero no intenta desmembrar la poesía o la prosa que desmenuza de manera tan encantadora y atrayente, sino que invita a disfrutarla aún más, a sumergirse en su profundidad, a reconocer que no se trata de palabras reunidas al azar sino que tienen una intencionalidad y un mensaje bastante significativo y coherente.

Gracias a Bachelard me he enamorado definitivamente de la poesía de una forma que será imposible deshacer. Sus libros son para disfrutarse una página a la vez, o quizá una frase a la vez. A Bachelard no se le puede leer como una tarea o un propósito. Su lectura se debe disfrutar muy, muy despacio. Es por esto que es uno de mis escritores favoritos, porque me obliga a leer despacio, a hundirme en sus páginas, a soñar, a maravillarme por la literatura y por todo lo que ella describe.

Como escribe el mismo Bachelard, no se debe leer demasiado rápido y se debe tener cuidado de no leer trozos demasiado grandes. Este escritor me ha enseñado a dividir mi lectura en tantos fragmentos posibles para que me sea mejor digerir y disolver las palabras. Hay que leer bien masticando cuidadosamente, bebiendo pequeños tragos, saboreando palabra a palabra lo que se lee. Sólo así podremos encontrar el beneficio sedante de una página, al comprender que no leemos para entender lo que dicen las palabras, sino para dejarnos contagiar y sumergirnos en el mundo de las palabras como una forma de refrescarnos, de soñar con las palabras.

LA POÉTICA DE LA ENSOÑACIÓN


Es por esto que quiero compartir fragmentos del primer libro completo que leí del autor. En inglés se conoce como The Poetics of Reverie: Childhood, Language, and the Cosmos, en español como "La poética de la ensoñación" y en su idioma original es "La Poétique de la rêverie, publicado por primera vez en 1960. Seguramente iré incluyendo más fragmentos, porque sería un placer para mí que te sientas atraído por esta pequeña muestra y decidas también leer a Bachelard.

Mi capítulo favorito es claramente el tercer capítulo, titulado "Las ensoñaciones que tienden a la infancia". No existe duda alguna de que más adelante lo leeré de nuevo con mucha avidez.

Fondo de Cultura Económica - La poética de la ensoñación - Gastón Bachelard



¡Feliz lectura!




INTRODUCCIÓN

"La poesía es uno de los destinos de la palabra. Al tratar de afinar la toma de conciencia del lenguaje en el plano de los poemas, tenemos la impresión de tocar al hombre de la palabra nueva, de una palabra que no se limita a expresar ideas o sensaciones sino que intenta tener un futuro. Se diría que la imagen poética, en su novedad, abre un futuro del lenguaje". (págs. 12-13). 

"Sin preocuparnos por los "complejos" del poeta, sin hurgar en la historia de su vida, éramos libres, sistemáticamente libres, para pasar de un poeta a otro, de un gran poeta a un poeta menor, con motivo de una simple imagen que revelaba su valor poético mediante la riqueza misma de sus variaciones" (pág. 13)

"El amor nunca ha terminado de expresarse y cuanto más poéticamente soñado, mejor se expresa" (pág. 19). 

"Al separar el amor de toda su irrealidad, se mutila su realidad". (pág. 20)

"¿Quién no está en la cárcel en sus horas de melancolía?" (pág. 22)

Frases Célebres de Gastón Bachelard

"Aunque es verdad que toda sistematización corre el riesgo de mutilar la realidad, también ayuda a fijar perspectivas" (pág. 38)

"Es necesario vivir y a veces es bueno vivir con el niño que hemos sido. De él recibimos una consciencia de raíz. Todo el árbol del ser se reconforta con ello. Los poetas nos ayudarán a encontrar en nosotros esta infancia viva, esta infancia permanente, duradera, inmóvil" (pág. 40)

"La ensoñación nos ayuda a habitar el mundo, a habitar la felicidad del mundo" (pág. 43)

"La lectura es una dimensión del psiquismo moderno, una dimensión que traspone los fenómenos psíquicos ya traspuestos por la escritura. Hay que considerar el lenguaje escrito como una realidad psíquica particular. El libro es permanente, está bajo nuestros ojos como un objeto. Nos habla con una monótona autoridad que su propio autor no tendría. Hay que leer lo que está escrito. Por lo demás, para escribir el autor ya ha operado una transposición. No diría lo que ha escrito. Ha entrado -el hecho de que trate de no hacerlo no cambia para nada el asunto- en el reino del psiquismo escrito". (pág. 45)

"Sin ayuda de los poetas, ¿qué podría hacer un filósofo cargado de años, que se obstina en hablar de la imaginación? No tiene a nadie a quien someter a pruebas. Se perdería de inmediato en el laberinto de los tests y contra-tests en donde se debate el individuo examinado por el psicólogo. Además, ¿existen, acaso, en el arsenal del psicólogo, tests de la imaginación? ¿Hay psicólogos lo bastante exaltados como para renovar incesantemente los medios objetivos de un estudio de la imaginación exaltada? Los poetas siempre imaginarán más rápido que los que los miran imaginar". (págs. 46-47)

¡Cuántos beneficios nos deparan los nuevos libros! Quisiera que cada día me cayesen del cielo a canastadas los libros que expresan la juventud de las imágenes. Este deseo es natural. Ese prodigio es fácil. ¿Acaso, allá arriba en el cielo, el paraíso no es una inmensa biblioteca?".

Pero no basta con recibir, hay que acoger. Con la misma voz lo dicen el pedagogo y la dietista: hay que asimilar. Para eso nos aconsejan no leer demasiado rápido y tener cuidado de no tragar trozos demasiado grandes. Dividan, nos dicen, cada una de las dificultades en tantas parcelas como se pueda para mejor disolverlas. Sí, hay que masticar bien, beber pequeños tragos, saborear verso a verso los poemas. Todos esos preceptos son buenos y hermosos. Pero están regidos por un principio. Primero, hace falta una buena gana de comer, de beber y de leer. Hay que tener deseos de leer mucho, de seguir leyendo, de leer siempre. 

Así, desde la mañana, delante de los libros acumulados sobre mi mesa, le hago al dios de la lectura mi plegaria de lector devorante: "Nuestra hambre cotidiana dánosla hoy". (págs. 47-48)

La Poética de la Ensoñación

ENSOÑACIONES SOBRE LA ENSOÑACIÓN. ANIMUS-ANIMA

"Pero con crear nombres no decimos todo. Hay que cuidarse de hablar el mismo viejo lenguaje con nombres nuevos" (pág. 103)

"El anima no es una debilidad. No damos con ella cuando el animus sufre un síncope. Tiene sus propios poderes; es el principio interior de nuestro reposo. ¿Por qué ese reposo llegaría al final de una avenida de lamentaciones, de tristeza, de fatigas? ¿Por qué las lágrimas de animus, las lágrimas de Bismarck, deberán ser el signo de un anima inhibida?". (pág. 106)

"El hombre es un ser por imaginar. Ya que, por último, la función de lo irreal funciona tan bien ante el hombre como ante el cosmos. ¿Qué conoceríamos de los demás si no lo imagináramos? ¡Qué refinamientos de psicología sentimos cuando leemos a un novelista que inventa al hombre, y a todos los poetas que inventan prestigiosos crecimientos de lo humano. Todas esas extralimitaciones son las que vivimos, sin osar decirlo, en nuestras ensoñaciones taciturnas". (pág. 127)

"El ser humano considerado tanto en su realidad profunda como en su fuerte tensión de devenir, es un ser dividido, un ser que se divide de nuevo no bien se confía por un instante a una ilusión de unidad. Se divide y luego se unifica. Si llegase al extremo de la división en cuanto al tema de animus y anima se convertiría en un ser fingido. Tales fingimientos existen: hay hombres y mujeres que son demasiado hombres, hay hombres y mujeres que son demasiado mujeres. La buena naturaleza tiende a eliminar esos excesos en provecho de un comercio íntimo, en una misma alma, de los poderes de animus y de anima". (pág. 141)

"Precisamente todo el romanticismo, una vez desembarazado de su ocultismo, de su magia, de su pesada cosmicidad, puede ser revivido como un humanismo del amor idealizado. Si pudiéramos separarlo de su historia, captarlo en su vida abundante transportándolo en una vida idealizada de hoy, reconoceríamos que conserva una acción psíquica siempre utilizable" (pág. 142)

"Pero quien mejor sueña aprende a no rechazar nada" (pág. 144)

Flores rojas

LAS ENSOÑACIONES QUE TIENDEN A LA INFANCIA


"La memoria es un campo de ruinas psicológicas, un revoltijo de recuerdos". (pág. 151)

"Un exceso de infancia es un germen de poema. Nos burlaríamos de un padre que por amor a su hijo fuese a "descolgar la luna". Pero el poeta no retrocede ante este gesto cósmico. Sabe, en su ardiente memoria, que se trata de un gesto de infancia. El niño sabe bien que la luna, ese gran pájaro rubio, tiene su nido en alguna parte del bosque.

Así, las imágenes de la infancia, las que un niño ha podido crear, las que un poeta nos dice que un niño ha creado, son para nosotros manifestaciones de la infancia permanente. Son imágenes de la soledad. Hablan de la continuidad de las ensoñaciones de la gran infancia y de las ensoñaciones del poeta.

Parece natural que si nos ayudamos con las imágenes de los poetas, la infancia se revele como psicológicamente bella. No podemos menos que hablar de belleza psicológica ante un acontecimiento atrayente de nuestra vida íntima. Esta belleza está en nosotros, en el fondo de nuestra memoria. Su belleza es la de un vuelo que nos reanima, que pone en nosotros el dinamismo de una belleza viva. En nuestra infancia el ensueño nos daba la libertad. Y llama la atención que el dominio más favorable para recibir la conciencia de la libertad sea precisamente el ensueño. Captar esta libertad cuando interviene en una ensoñación infantil sólo resulta una paradoja cuando se olvida que seguimos soñando con la libertad como cuando éramos niños. Fuera de la libertad de soñar, ¿qué otra libertad psicológica tenemos? Psicológicamente, sólo en la ensoñación somos seres libres. (págs. 152-153).

tiburones

"Los poetas nos convencen de que todas nuestras ensoñaciones infantiles merecen ser reanudadas" (pág. 160)

"Si podemos profundizar nuestro esbozo, tendremos que despertar en nosotros, mediante la lectura de los poetas, gracias, a veces, a una única imagen poética, un estado de nueva infancia, de una infancia que va más lejos que los recuerdos de nuestra infancia, como si el poeta nos hiciera continuar, terminar una infancia que no se realizó totalmente, que sin embargo era nuestra y que, sin duda, en muchos casos, hemos soñado a menudo". (pág. 160)

"Nos parece que es en los recuerdos de esta soledad cósmica donde encontraremos el núcleo de infancia que permanece en el centro de la psiquis humana. Allí es donde más cerradamente se anudan la imaginación y la memoria. Es allí donde el ser de la infancia anuda lo real y lo imaginario, viviendo con toda su imaginación las imágenes de la realidad. Y todas esas imágenes de su soledad cósmica actúan en profundidad en el ser del niño; al margen de su ser para los hombres se crea, bajo la inspiración del mundo, un ser para el mundo. Ese es el ser de la infancia cósmica. Los hombres pasan, el cosmos queda, un cosmos siempre inicial, un cosmos que ni los mayores espectáculos del mundo borraron durante el curso de la vida. La cosmicidad de nuestra infancia permanece en nosotros, reapareciendo en nuestros ensueños de la soledad. Por lo tanto, ese núcleo de la infancia cósmica permanece en nosotros como una falsa memoria. Nuestras ensoñaciones solitarias son las actividades de una metamnesia. Al parecer nuestras ensoñaciones hacia las ensoñaciones infantiles nos permiten conocer a un ser previo a nuestro ser, toda una perspectiva de antecedencia de ser.

¿Soñábamos con ser y, ahora, al soñar con nuestra infancia, somos nosotros mismos?". (págs. 164-165)

"La infancia es un agua humana, un agua que sale de la sombra. Esta infancia entre brumas y resplandores, esta vida en la lentitud de los limbos, nos da una cierta espesura de nacimientos. ¡Cuántos seres hemos empezado a ser! ¡Cuántas fuentes perdidas que sin embargo han corrido! La ensoñación hacia nuestro pasado, la ensoñación que busca la infancia, parece volver a la vida vidas que no han llegado a tener lugar, vidas imaginadas. La ensoñación es una mnemotecnia de la imaginación. En la ensoñación, tomamos nuevamente contacto con posibilidades que el destino no ha sabido utilizar. Una gran paradoja se enlaza con nuestras ensoñaciones hacia la infancia: ese pasado muerto tiene en nosotros un futuro, el futuro de sus imágenes vivas, el futuro de ensueño que se abre delante de toda imagen recuperada". (pág. 170)

Árbol joven creciendo en un parque

"Cuando se sueña a fondo, nunca se termina de empezar" (pág. 173)

"La infancia es el pozo del ser" (pág. 173)

"Dentro de una filosofía dialéctica del reposo y del acto, del ensueño y del pensamiento, el recuerdo de infancia dice con bastante claridad la utilidad de lo inútil. Nos entrega un pasado ineficaz para la vida real, pero que es repentinamente dinamizado en la vida, imaginada o reimaginada, que es el ensueño bienhechor. Cuando envejecemos, el recuerdo de infancia nos lleva a los sentimientos delicados, a esa "pena sonriente" de las grandes atmósferas baudelaireanas. En la "pena sonriente" vivida por el poeta, realizamos al parecer la extraña síntesis de la pena y del consuelo. Un hermoso poema nos hace perdonar un dolor antiguo". (pág. 176)

"Para vivir en esta atmósfera de un pasado debemos desocializar la memoria y, más allá de los recuerdos contados y repetidos, por nosotros mismos y por los demás, por todos los que nos han hablado de cómo éramos en nuestra primera infancia, debemos encontrar nuestro ser desconocido, suma de todo lo incognoscible que es el alma de un niño. Cuando la ensoñación llega tan lejos, nos asombramos de nuestro propio pasado, nos asombramos de haber sido ese niño. Hay horas en la infancia en las que todo niño es un ser asombroso, el ser que realiza el asombro de ser. Descubrimos así en nosotros una infancia inmóvil, una infancia sin devenir, liberada del engranaje del almanaque". (págs. 176-177)

"Ante los testigos del pasado, ante los objetos y lugares que llaman y precisan los recuerdos, el poeta conoce la unión de la poesía del recuerdo y de la verdad de las ilusiones. Los recuerdos de infancia vueltos a vivir en el ensueño son verdaderamente 'cánticos de ilusiones' en el fondo del alma" (pág. 181).

"Cuánto más vamos hacia el pasado, más indisoluble nos resulta la mezcla psicológica memoria-imaginación. Para participar del existencialismo de lo poético hay que reforzar la unión de la imaginación y la memoria. Para eso hay que liberarse de la memoria historiadora que impone sus privilegios ideativos. No hay otra memoria viva que la que corre por la escala de las fechas sin detenerse demasiado en los lugares del recuerdo. La memoria-imaginación nos hace vivir situaciones no-fácticas, en un existencialismo de lo poético que se desembaraza de los accidentes. Mejor aún, vivimos un esencialismo poético. En nuestro ensueño que imagina mediante el recuerdo, nuestro pasado recupera sustancia

Más allá de lo pintoresco, los lazos del alma humana y del mundo son fuertes. En ese caso lo que vive en nosotros no es una memoria de la historia sino una memoria del cosmos. Vuelven las horas en las que no pasaba nada. Horas grandes y bellas de la vida de antaño en las que el ser soñador dominaba cualquier hastío. [...] Horas como esas manifiestan su permanencia en una imaginación recuperada. Están dentro de una duración distinta de la duración vivida, en esta no duración que conceden reposos vividos en un existencialismo de lo poético. El mundo es muy bello en esas horas en las que no pasa nada. Estábamos dentro de un universo de calma, de ensoñación. Esas grandes horas de no-vida dominan la vida, profundizan el pasado de un ser separándolo mediante la soledad de las contingencias ajenas a su ser." (págs. 182-183)

"En nuestros sueños hacia la infancia, en los poemas que todos querríamos escribir para hacer revivir nuestras primeras ensoñaciones, para entregarnos los universos de la felicidad, la infancia aparece, en el estilo mismo de la psicología de las profundidades, como un verdadero arquetipo, el arquetipo de la felicidad simple. Seguramente hay en nosotros una imagen, un centro de imágenes que atrae las imágenes felices y rechaza las experiencias de la desdicha. Pero esta imagen al principio no es del todo nuestra; tiene raíces más profundas que nuestros simples recuerdos. Nuestra infancia testimonia la infancia del hombre, del ser tocado por la gloria de vivir.

Por otra parte los recuerdos personales, claros y a menudo repetidos, nunca explicarán por completo por qué tienen tal atractivo, tal valor de alma las ensoñaciones que nos vuelven a llevar a nuestra infancia. La razón de este valor que resiste a las experiencias de la vida radica en que la infancia sigue siendo en nosotros un principio de vida profunda, de vida siempre acordada a las posibilidades de recomenzar" (págs. 188-189)

"En la propia memoria, vienen demasiados rostros a impedirnos recuperar los recuerdos de las horas en que estábamos solos, muy solos, en el profundo hastío de estar solos, también libres para pensar en el mundo, libres para ver el sol poniente, el humo que sube desde un techo, todos esos grandes fenómenos que vemos mal cuando no estamos solos para mirarlos.

El humo que sube de un techo, nexo entre la ciudad y el cielo. En los recuerdos siempre será azul, lento y leve. ¿Por qué?" (pág. 194)

Libro con una rosa rosada abierta

"La verdadera ensoñación no puede ser malhumorada; la ensoñación hacia nuestra infancia, la más dulce de nuestras ensoñaciones, debe darnos la paz" (pág. 200)

"En todo soñador vive un niño, magnificado y estabilizado por la ensoñación" (pág. 204)

"En la lenta escritura, los recuerdos de infancia se distienden, respiran. La paz de la infancia recompensa al escritor". (págs. 205-206)

"[...] Todo ser humano da testimonio, al recordar su infancia, de una infancia legendaria. Toda infancia es legendaria en el fondo de la memoria" (pág. 206)

Hellens cita a Hölderling: "No arrojéis al hombre demasiado temprano de la cabaña donde ha transcurrido su infancia". Este ruego de Hölderling, ¿no está dirigido acaso al psicoanalista, este ujier que se cree obligado a expulsar al hombre de ese granero de recuerdos donde iba a llorar cuando era niño? La casa natal -perdida, destruída, arrasada- sigue siendo el cuerpo del edificio para nuestras ensoñaciones de infancia. Los refugios del pasado acogen y protegen nuestras ensoñaciones. (págs. 206-207).

"Cuando la memoria respira todos los olores son buenos" (pág. 209)

"En los días de felicidad el mundo es comestible" (pág. 217)

Rosas rosadas

EL COGITO DEL SOÑADOR

"El sueño de la noche no nos pertenece. No es nuestra propiedad. Para nosotros es un raptor, el más desconcertante de los raptores: nos arrebata nuestro ser. Las noches no tienen historia. No se ligan unas a otras. Y cuando se ha vivido mucho, cuando ya se han vivido unas veinte mil noches, nunca sabemos en qué noche antigua, muy antigua, hemos partido hacia el sueño. La noche no tiene futuro. Sin duda, hay noches menos negras en las que nuestro ser del día vive aún bastante como para negociar con sus recuerdos [...] En ellas, nuestro ser anda todavía por ahí, arrastrando dramas humanos, toda la pesadez de las vidas mal hechas.

Pero bajo esta vida hundida ya está abierto un abismo de no-ser que se traga ciertos sueños nocturnos. En esos sueños absolutos, se nos entrega a un estado presubjetivo. Nos volvemos inasibles a nosotros mismos, ya que damos nuestros fragmentos a cualquiera y a cualquier cosa. El sueño nocturno dispersa nuestro ser sobre fantasmas de seres heteróclitos que ni siquiera son sombras de nosotros mismos.

Las palabras: fantasmas y sombras son palabras demasiado fuertes. Todavía se aferran demasiado a las realidades. Nos impiden ir hasta el extremo de la anulación del ser, hasta la oscuridad de nuestro ser que se disuelve en la noche. La sensibilidad metafísica del poeta nos ayuda a acercarnos a nuestros abismos nocturnos. Creo que los sueños están formados, dice Paul Valéry, "por algún otro durmiente, como si, en la noche, se equivocaran de ausente". Ausentarse entre seres que se ausentan en la huida absoluta, la dimisión de todas las potencias del ser, la dispersión de todos los seres de nuestro ser. Nos sumimos así en el sueño absoluto.

¿Qué podremos recuperar de semejante desastre del ser? ¿Existen todavía fuentes de vida en el fondo de esa no-vida? ¡Cuántos sueños tendríamos que conocer, en el fondo y no en la superficie, para determinar el dinamismo de esas nivelaciones! Si el sueño desciende de manera bastante profunda en los abismos del ser, ¿cómo creer, con los psicoanalistas, que siempre conserva sistemáticamente significados sociales? 

Existen en la vida nocturna profundidades en las que nos hundimos, en donde expresamos la voluntad de no vivir más. En esas profundidades rozamos íntimamente la nada, nuestra nada. ¿Hay otras nadas fuera de la nada de nuestro ser? Todas las desapariciones de la noche convergen en esa nada de nuestro ser. En el límite, los sueños absolutos nos sumen en el universo de la Nada". (págs. 218-220)

"¿Acaso el sueño no es el testimonio del ser perdido, de un ser que se pierde, de un ser que huye de nuestro ser, incluso si podemos repetirlo, volver a encontrarlo en su extraña transformación?" (pág. 222)

"La ensoñación poética es siempre nueva ante el objeto con el cual se relaciona. De una ensoñación a otra, el objeto ya no es el mismo, se renueva, y esa renovación es una renovación del soñador" (pág. 236)

"¡Qué nos importa a nosotros, filósofos del sueño, los desmentidos del hombre que vuelve a encontrar, después del sueño, los objetos y los hombres! La ensoñación ha sido un estado real, a pesar de las ilusiones denunciadas a destiempo. Estoy seguro de que yo fui el soñador. Yo estaba allí cuando todas esas cosas bellas estaban presentes en mi ensoñación. Esas ilusiones han sido bellas, y por lo tanto, bienhechoras. La expresión poética ganada en la ensoñación aumenta la riqueza de la lengua. Claro, si analizamos las ilusiones por medio de los conceptos, aquéllas se dispersan al primer choque. ¿Pero existen todavía en nuestro siglo, profesores de retórica que analicen los poemas con ideas?

De todos modos, buscando un poco, un psicólogo encuentra siempre una ensoñación bajo el poema. ¿La ensoñación del poeta? Nunca estaremos seguros, pero cuando amamos el poema nos aplicamos a darle raíces oníricas y de este modo la poesía alimenta en nosotros ensoñaciones que nunca habíamos sabido expresar" (pág. 240).

"Para tener el beneficio sedante de tal página, hay que leerla en lectura lenta. La comprendemos demasiado rápido (¡el escritor es tan claro!). Olvidamos soñarla como ha sido soñada. Soñando ahora en una lectura lenta, vamos a creerla, a aprovecharla como un agua de juventud, poniendo en ella muestra mocedad soñadora, ya que también nosotros, alguna vez, hemos creído vivir lo que soñamos...

Si aceptamos la acción hipnótica de la página del poeta, nuestro ser soñante, de lejana memoria, nos es devuelto. Una especie de recuerdo psicológico, trayendo a la vida una antigua psiquis, y recordando al ser mismo del soñador que hemos sido, sostiene nuestro ensueño de lectores. El libro acaba de hablarnos de nosotros mismos". (págs. 243-244)

"Una página que nos gusta puede hacernos vivir intensamente". (pág. 244)

"El objeto que soñamos nos ayuda a olvidar la hora y a estar en paz con nosotros mismos. A solas "en la casa cerrada" con un objeto elegido como un compañero de soledad, sentimos una gran seguridad de ser en la simple existencia" (pág. 247)

"La imaginación desconoce el no-ser [...] El filósofo que se concede la suficiente soledad como para entrar en la región de las sombras está sumergido en un medio sin obstáculos donde ningún ser dice que no. Gracias a su ensoñación vive en un mundo homogéneo a su ser, a su semiser. El hombre de la ensoñación vive siempre en el espacio de un volumen. Habitando verdaderamente todo el volumen de su espacio, el hombre de la ensoñación está en su mundo por todas partes, en un dentro que no tiene fuera. Por algo se dice corrientemente que el soñador está hundido en su ensoñación. El mundo ya no está enfrentado a èl. El yo no se opone más al mundo. En la ensoñación no hay no-yo. En la ensoñación el no carece de función: todo es acogida." (pág. 253)

"Un bello poema no es sino una locura retocada. Un poco de orden poético impuesto a las imágenes aberrantes. Una conducta de inteligente sobriedad en el empleo -de todos modos intensivo- de drogas imaginarias. Las ensoñaciones, las locas ensoñaciones conducen a la vida". (pág. 258)

Gastón Bachelard. La poética de la ensoñación

ENSOÑACIÓN Y COSMOS

"De una imagen aislada puede nacer un universo" (pág. 263)

"Soñando ante el fuego descubre la imaginación que el fuego es el motor del mundo. Soñando ante una fuente, la imaginación descubre que el agua es la sangre de la tierra, que la tierra tiene una profundidad vida. Y si tenemos bajo nuestros dedos una masa dulce y perfumada nos ponemos a amasar la sustancia del mundo". (pág. 265)

"La poesía ayuda a respirar bien" (p. 273)

"Un texto muy curioso de Copérnico puede, por sí solo, ayudarnos a plantear una cosmología de la luz, una astronomía de la luz. Copérnico, ese reformador de la astronomía, escribe del sol: "Algunos lo han llamado la pupila del mundo, otros el espíritu, otros, por último, su rector. Trimegisto lo llama Dios visible. La Electra de Sófocles lo llama el omnividente." Por lo tanto los planetas giran alrededor de un ojo de luz y no de un cuerpo pesadamente atrayente. La mirada es un principio cósmico". (pág. 276)

"La belleza trabaja activamente lo sensible. La belleza es la vez un relieve del mundo contemplado y una elevación en la dignidad de ver" (pág. 278).

"Nada es inerte en la ensoñación cósmica, ni el mundo ni el soñador; todo vive una vida secreta, donde todo habla sinceramente. El poeta escucha y repite. La voz del poeta es una voz del mundo." (pág. 283).

"El poeta no describe, exalta. Hay que comprenderlo siguiendo el mecanismo de su exaltación. Entraremos entonces al mundo admirándolo. Éste está constituido por el conjunto de nuestras admiraciones. Y siempre volvemos a encontrar la máxima de nuestra crítica admirativa de los poetas: Admira primero, después comprenderás". (pág. 286).

"El cosmos del soñador nos introduce en un tiempo inmóvil y nos ayuda a fundirnos en el mundo" (pág. 290).

"Para un soñador de palabras, las palabras agua dormida tienen una dulzura hipnótica. Soñando un poco, venimos a saber que toda tranquilidad es agua durmiente. Hay un agua dormida en el fondo de toda memoria. Y en el universo, el agua durmiente es una masa de tranquilidad, de inmovilidad. En el agua durmiente el mundo reposa. Ante el agua durmiente, el soñador se adhiere al reposo del mundo" (págs. 295-296)

"Al menos, sea cual fuere la debilidad que puedan tener nuestras alas imaginarias, la ensoñación de vuelo nos abre un mundo, tiene una gran, una vasta apertura sobre el mundo. El cielo es la ventana del mundo. El poeta nos enseña a mantenerla abierta de par en par". (pág. 315)

REFERENCIAS

La poética de la ensoñación. Gastón Bachelard. Fondo de Cultura Económica. Traducción de Ida Vitale. 1982.



PARA DISCUTIR

1. Dime en un comentario cuál es tu fragmento favorito del escritor. A mí me cuesta decidirme por uno solo, pero si me viera forzado a elegir, sería este: "¿Acaso, allá arriba en el cielo, el paraíso no es una inmensa biblioteca?"

2. Si ya has tenido la inmensa fortuna de leer "La poética de la ensoñación", ¿cuál fue tu capítulo favorito?

3. ¿Cuál es tu libro favorito de Gastón Bachelard?

4. Nombra los tres escritores que más han contribuido a tu amor por la lectura. Esta es una pregunta muy difícil para mí, pero sin pensarlo demasiado están Gastón Bachelard, Julio Verne y Jorge Luis Borges, aunque mi escritor favorito hasta ahora es Philip K. Dick.

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