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"La Lámpara" de Clarice Lispector

"La lámpara" es una obra densa. Fue publicada en 1946 y es la segunda novela de Clarice Lispector. El texto es sentimental y ofuscante, pero a un tiempo está bella y magistralmente escrito. La narrativa es poca, la historia es simple. Es una novela poco ortodoxa y difícilmente puede clasificarse. Los párrafos se pueden extender a varias páginas, la prosa no sigue una estructura clara. Las separaciones artificiales que esperaríamos en otro tipo de literatura es ausente en ésta. Por estas razones, es una novela transgresora, huidiza. 

No obstante, es ideal para penetrar profundamente -hasta que duele- en las vicisitudes del yo más natural que permea nuestros pensamientos y acciones. Clarice Lispector sensibiliza de una manera fascinante, sin caer en la sobredescripción aburrida o en la exageración florida de las sensaciones. No explota la oscuridad banal y morbosa de los sentimientos, sino que los ilumina, como una lámpara, de una forma sincera, plena.

O Lustre - Clarice Lispector
El final de la novela es un descanso, un apaciguamiento, un soplo que apaga la luz de una vela. 

Esta no es una obra para leer de corrido. Y menos aún, para encontrar una historia que nos deslumbre. Por el contrario, es una de esas pocas obras que obligatoriamente deben leerse lo más despacio posiblePara leer esta novela es necesario soltarse, dejarse llevar. Leer de a poco, escudriñar en cada frase, ver las palabras con ánimo poético; abandonar el deseo de argumento y de comprensión. 

En muchos aspectos, "La lámpara" es más provechosa que un libro de poemas porque no se está limitada por la estructura ni por métrica o ritmo alguno. Es una catarsis, una liberación que deviene en palabras que van saltando de la cabeza al papel, sin prisa, sin artificio, sin resistencia.

Reseña de O Lustre de Clarice Lispector
El sentido de las palabras no se otorgan por la misma novela, sino que son un espejo que cuestionan nuestra naturaleza psicológica más escondida. 

"La lámpara" es una historia de la soledad, una manifestación de la desolación en la persona de Virgínia enmarcada por un amor desmedido (quizá incestuoso y solitario por su hermano) y las por las relaciones de la soledad existencial de Virginia con el mundo; un historia en donde todos conviven con su propia soledad desértica y a veces, con la de otros.

Una historia que suavemente nos va conduciendo en una metafísica de las sensaciones, en un intento por capturar en descripciones amplias el estado íntimo de los sentidos. Y con una narrativa poética recorre sin afán la trama, nos habla de todo y de nada, enmarañando eventos que pueden convertirse en trascendentales en la obra, pero que resultan ser reflexiones ‘sueltas’ con un dejo filosófico, que se cuelan en escenas naturales, y luego de extenderse frágilmente, y justo cuando sospechábamos una finalidad importante en algún fragmento; súbita pero delicadamente saltamos a otra escena o juego de sentimientos sin encadenamiento plausible con el anterior.

Sus personajes viven despacio y poco a poco y, especialmente Virginia, nos contagian en cierta medida de la esencia de esas consideraciones pueriles que amenazan con hacernos más sabios al terminar la lectura; que nos invita a cavilar profundamente en la personificación de todas las cosas y nos aleja de pensamientos abstractos sobre la experiencia, legándonos, en un lenguaje que relaja, una proposición a sentir sencillamente, a dejarnos llevar por las impresiones detalladas de un instante determinado, porque nos relata con minucias la emoción vívida, como si en el momento de escribirla la experimentara plenamente, fácilmente (y siempre en tercera persona) nos convence de la plenitud y autenticidad de sus delineamientos en torno a algo que sólo lo podría dibujar quien así lo siente.

Y ‘el corazón’ siempre amarra la mejor forma de entender qué se percibe y cómo: el estado general de los personajes se encierra en sus corazones y en ‘el aire’, en el que todo vive y se desarrolla en una atmósfera explícita en la que vive la metáfora preferida: ‘el pájaro’, quizá representado la libertad que vuela en ese aire que agudiza los sentidos y siempre va cargado de algo determinante, aunque muchas veces efímero y huidizo.

1 comentario:

  1. El uso del monólogo interior en esta novela es fascinante y muy abundante. Los diálogos son muy pocos y las secuencias entre una escena y otra apenas se presentan.

    Personalmente, me gustó mucho el lenguaje utilizado. Es un lenguaje sencillo, que expresa y condensa el estado psicológico de la protagonista en palabras que muchas veces no logran atrapar toda la complejidad de lo que pasa por la cabeza y el cuerpo de Virgínia.

    En ocasiones es una obra depresiva, demasiado sencilla, demasiado descriptiva. Contempla demasiado las sensaciones, los pensamientos complicados y los sentimientos. Vagabundea entre todo esto, teniendo como contexto la soledad, el aislamiento mental y espiritual. También refleja con bastante claridad los límites de las palabras, incapaces de capturar el momento psicológico de la Virgínia.

    El aburrimiento, la rutina y la monotonía se apoderan poco a poco de la protagonista, que vive a la deriva de los acontecimientos llanos y nada interesantes que le toca experimentar. Virgínia piensa y siente en exceso, es demasiado insípida, demasiado insulsa.

    Todo eso me contagió al leer la novela. Me sensibilizó hasta el punto de llegar a deprimirme. El gozo, la alegría y los acontecimientos felices son inexistentes. Únicamente hay tristeza, desolación y aburrimiento en la novela, eso sí, magníficamente retratadas.

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