Gaston Bachelard nació el 27 de junio de 1884 en la Francia rural, en Bar-sur-Aube, y murió en París el 16 de octubre de 1962.
Gastón Bachelard fue un filósofo, epistemólogo, teórico de la imaginación y profesor francés. Se interesó mucho por la epistemología y la imaginación poética en relación a los cuatro elementos, en obras como Psicoanálisis del fuego (1938), El agua y los sueños (1941) y La poética del espacio (1957).
En cierto sentido, para Bachelard, la ciencia no puede predecir la trayectoria de la imaginación, porque ésta posee un tipo especial de autonomía. La imaginación no es un mero reflejo de las imágenes exteriores, sino una actividad sujeta a la voluntad del individuo. Bachelard pretende investigar los productos de esa voluntad creativa, que no pueden predecirse partiendo del conocimiento de la realidad.
Estar sometida a la voluntad significa que la imaginación –como para algunos surrealistas– está relacionada con la fantasía semiconsciente (rêverie) más que con los procesos inconscientes (condensación, desplazamiento, etc.) del ensueño.
La imaginación, por consiguiente, es el terreno de la imagen y, como tal, es preciso diferenciarla de la traducción del mundo externo a conceptos. La imaginación produce imágenes y es sus imágenes, mientras que el pensamiento produce conceptos. Sin un surrealismo que aparece con el fin de reavivar la imagen, el mundo de esta última estaría tan encerrado en sí mismo que se marchitaría y moriría. Del mismo modo, si no fuera por cierto surracionalismo, el pensamiento y sus conceptos también se marchitarían, enfermos de su propia perfección y sencillez.
La imaginación, por consiguiente, es el terreno de la imagen y, como tal, es preciso diferenciarla de la traducción del mundo externo a conceptos. La imaginación produce imágenes y es sus imágenes, mientras que el pensamiento produce conceptos. Sin un surrealismo que aparece con el fin de reavivar la imagen, el mundo de esta última estaría tan encerrado en sí mismo que se marchitaría y moriría. Del mismo modo, si no fuera por cierto surracionalismo, el pensamiento y sus conceptos también se marchitarían, enfermos de su propia perfección y sencillez.
En su pléyade de elementos, el concepto tiende a estar en el lado masculino de las cosas, mientras que la imagen tiende hacia lo femenino. Igualmente, el concepto corresponde a la imagen del día (porque es equivalente a "ver"), mientras que la imagen corresponde a la imagen de la noche.
Más en concreto, las obras de Bachelard destacan el hecho de que ni el concepto ni la imagen son transparentes y que dicha opacidad indica que en los asuntos humanos existe siempre un elemento de subjetividad. Ello significa que, de los seres humanos, se habla tanto como hablan ellos mismos en los marcos de la ciencia y lo simbólico que constituyen sus vidas.
EL AGUA Y LOS SUEÑOS
Ensayo sobre la imaginación de la materia
Primera edición en francés. 1942.
Primera edición en español. 1978.
Título original: L'Eau et les rêves: essai sur l'imagination de la matière.
Aquí van algunos fragmentos del segundo libro que leí del autor.
INTRODUCCIÓN
Muchas imágenes intentadas no pueden vivir porque son simples juegos formales, porque no están verdaderamente adaptadas a la materia que deben adornar.
Por lo tanto, creemos que una doctrina filosófica de la imaginación debe antes que nada estudiar las relaciones de la causalidad material con la causalidad formal. Ese problema se plantea tanto al poeta como al escultor. Las imágenes poéticas tienen, también ellas, una materia. (pág. 10)
Una gota de agua poderosa basta para crear un mundo y para disolver la noche. Para soñar el poder, basta una gota imaginada en profundidad. El agua así dinamizada es un germen; otorga a la vida un ímpetu inagotable (págs. 20-21).
I. LAS AGUAS CLARAS, LAS AGUAS PRIMAVERALES Y LAS AGUAS CORRIENTES. LAS CONDICIONES OBJETIVAS DEL NARCISISMO. LAS AGUAS ENAMORADAS
No soñamos profundamente con objetos. Para soñar profundamente, hay que soñar con materias. Un poeta que comienza por el espejo debe llegar al agua de la fuente si quiere dar su experiencia poética completa. (pág. 41)
El iris de la pluma de pavo real, ese "ojo" sin pupilas, ese ojo permanente de pronto se endurece. En lugar de contemplar, observa. Una relación de Argos deforma entonces la tierna fascinación del amor admirativo: Hace un momento me mirabas, ahora me observas. (pág. 52)
La frescura es, pues, un adjetivo del agua. En cierto modo, el agua es la frescura sustantivada. (pág. 56)
A la poesía superficial de los reflejos se asocia una sexualización del todo visual, artificial y a menudo pedante, que da lugar a la evocación más o menos libresca de las náyades y las ninfas. Se forma de ese modo un cúmulo de deseos y de imágenes, un verdadero complejo de cultura que quedaría bastante bien designado con el nombre de complejo de Nausicaá. En efecto, ninfas y nereidas, dríadas y hamadríadas no son sino imágenes escolares, productos de la burguesía que ha pasado por las aulas. (pág. 58)
Como ocurre a menudo, los puntos suspensivos "psicoanalizan" el texto. Mantienen en
suspenso lo que no debe ser dicho explícitamente. (págs. 61-62)
Ese canto del cisne, ese canto de la muerte sexual, ese canto del deseo exaltado que va a encontrar su calma, aparece muy raramente en su significación como complejo. No tiene más resonancia en nuestro insconsciente porque la metáfora del canto del cisne es una de las metáforas más gastadas. Ha sido aplastada bajo un simbolismo ficticio. Cuando el cisne de La Fontaine dice "su último canto" bajo el cuchillo del cocinero, la poesía deja de vivir, deja de emocionar, pierde su significación propia en provecho de un simbolismo convencional o en provecho de una periclitada significación realista. En las buenas épocas del realismo no faltaba quién se preguntara si la laringe del cisne permite un canto verdadero e incluso un grito de agonía. La metáfora del canto del cisne no era explicable ni por el lado de la convención ni por el lado de la realidad. Como en el caso de tantas otras metáforas, hay que buscar en el inconsciente los motivos que las explican. Si nuestra explicación general de los reflejos es exacta, la imagen del "cisne" representa siempre un deseo. A partir de eso, en cuanto deseo, canta. Ahora bien, hay un solo deseo que canta al morir, que muere cantando, y es el deseo sexual. El canto del cisne es por lo tanto el deseo sexual en su punto culminante. (pág. 63)
II. LAS AGUAS PROFUNDAS, LAS AGUAS DURMIENTES, LAS AGUAS MUERTAS, "EL AGUA PESADA" EN LA ENSOÑACIÓN DE EDGAR POE
Toda agua primitivamente clara es para Edgar Poe un agua que tiene que ensombrecerse, un agua que va a absorber el negro sufrimiento. Toda agua viviente es un agua cuyo destino es hacerse lenta, pesada. Toda agua viviente es un agua a punto de morir. Ahora bien, en poesía dinámica, las cosas no son lo que son sino que son aquello en lo que se convierten. Y llegan a ser en las imágenes lo que llegan a ser en nuestra ensoñación, en nuestras interminables ilusiones. Contemplar el agua es derramarse, disolverse, morir. (pág. 77)
Delante del agua profunda, eliges tu visión; puedes ver, según te plazca, el fondo inmóvil o la corriente, la orilla o el infinito; tienes el ambiguo derecho de ver y de no ver; tienes el derecho de vivir con el barquero o de vivir con "una raza nueva de hadas laboriosas, dotadas de un gusto perfecto, magníficas y minuciosas". El hada de las aguas, guardiana del espejismo, tiene en su mano todos los pájaros del cielo. Un charco contiene un universo. Un instante de sueño contiene un alma entera. (pág. 83)
¿Podríamos acaso describir el pasado sin recurrir a imágenes de la profundidad? ¿Y podríamos tener una imagen de la profundidad plena sin haber meditado antes al borde de un agua profunda? El pasado de nuestra alma es un agua profunda. (pág. 86)
Para subrayar mejor la tristeza de toda hermosura agregaríamos que en Poe la belleza se paga con la
muerte. Dicho de otro modo, en Poe, la belleza es causa de muerte. Tal la historia común de la mujer, del valle, del agua. El hermoso valle, por un momento joven y claro, debe, por eso mismo, volverse necesariamente marco de la muerte, marco de una muerte característica. La muerte del valle y de las aguas no es en Poe un romántico otoño. No está hecha de hojas muertas. Los árboles no se ponen amarillos. Apenas si las hojas pasan de un verde claro a un verde sombrío, a un verde material, a un verde cargado, que es, según nos parece, el color fundamental de la metapoética de Edgar Poe. Las tinieblas mismas tienen a menudo en la visión de Poe, este color verde: "Los ojos seráficos han visto las tinieblas de este mundo: ese verde grisáceo [that greyish green] que la Naturaleza prefiere para la tumba de la Belleza" (Al Aataaj). Aun bajo el signo de los colores, la Muerte está colocada, en Poe, bajo una luz especial. Es la muerte decorada con los colores de la vida. (págs. 100-101)
He aquí por qué el agua es la materia de la muerte bella y fiel. Sólo el agua puede dormir conservando la belleza; sólo el agua puede morir, inmóvil, guardando sus reflejos. Reflejando el rostro del soñador fiel al Gran Recuerdo, a la Sombra Universal, el agua da belleza a todas las sombras, vuelve a la vida todos los recuerdos. Así nace una especie de narcisismo delegado y recurrente que da belleza a todos los que hemos amado. El hombre se mira en su pasado y toda imagen es para él un recuerdo. (pág. 106)
III. EL COMPLEJO DE CARONTE. EL COMPLEJO DE OFELIA
En todo caso, y en cuanto al problema que nos ocupa, si pensamos un poco, la utilidad de navegar no es suficiente para determinar que el hombre prehistórico ahueque una canoa. Ninguna utilidad legitima el inmenso riesgo de lanzarse a las corrientes, para afrontar la navegación se necesitan intereses poderosos. Y los verdaderos intereses poderosos son los intereses quiméricos, los intereses que se sueñan, y no los que se calculan. El héroe del mar es un héroe de la muerte. El primer marino es el primer hombre vivo que fue tan valiente como un muerto (pág. 115).
Uno se explica entonces que cuando esos niños
abandonados al mar eran devueltos a la costa vivos,
cuando eran "salvados de las aguas", se convertían
fácilmente en seres milagrosos. Al haber atravesado
las aguas, habían atravesado la muerte. Podían entonces crear ciudades, salvar pueblos, rehacer un
mundo (pág, 116).
El neologismo imager, ornar, embellecer de imágenes, no tiene equivalente en español. Imagenar, que lo sería,
parece poco afortunado. (T) (pág. 133)
Al estar tan fuertemente ligadas al agua todas las interminables ensoñaciones del destino funesto, de la muerte, del suicidio, no hay que asombrarse de que el agua sea para tantas almas el elemento melancólico por excelencia. Más exactamente, empleando una expresión de Huysmans, el agua es el elemento melancolizante.
El agua melancolizante rige obras íntegras, como las de Rodenbach o Poe. La melancolía de Edgar Poe no proviene de una felicidad esfumada, de una pasión ardiente que la vida ha quemado. Es directamente, desgracia disuelta. Su melancolía es realmente sustancial. "Mi alma —dice en alguna parte—, mi alma era un agua estancada."
También Lamartine supo que en sus tempestades el agua era un elemento sufriente. Como vivía junto al lago de Ginebra, mientras las olas arrojaban espuma sobre su ventana, escribió: "Nunca estudié
tanto los murmullos, las quejas, las cóleras, las torturas, los gemidos y las ondulaciones de las aguas
como durante esas noches y esos días pasados así,
completamente solo, en la sociedad monótona de un
lago. Habría hecho el poema de las aguas sin omitir
la menor nota." Creemos que ese poema habría
sido una elegía. En otro texto, Lamartine dice aun:
"El agua es el elemento triste. Super ilumina Babylonis sedimus et flevimus. ¿Por qué? Porque el agua
llora con todos" (p. 60). Cuando el corazón está
triste, toda el agua del mundo se transforma en lágrimas: "Hundí mi copa de esmalte en la fuente que
hervía; está llena de lágrimas."
Mil veces sin duda la imagen de las lágrimas se le
aparecerá al pensamiento para explicar la tristeza
de las aguas. Pero esa relación no es suficiente, y
para terminar querríamos insistir sobre razones más
profundas que señalan el verdadero mal de la sustancia del agua.
La muerte está en ella. Hasta aquí evocamos sobre
todo las imágenes del viaje fúnebre. El agua lleva
lejos, el agua pasa como los días. Pero otra ensoñación nos gana, diciéndonos de la pérdida de nuestro
ser en la dispersión total. Cada uno de los elementos
tiene su propia disolución, la tierra en el polvo, el
fuego en el humo. El agua disuelve más completamente, nos ayuda a morir del todo.
Tal es, por ejemplo, el voto del Fausto de Christopher Marlowe: "¡Oh, alma mía, múdate en gotitas de agua y cae, inhallable para siempre, en el Océano!"
Esta impresión de disolución alcanza, en ciertas horas, a las almas más. sólidas y más optimistas. Claudel también ha vivido esas horas en que "el cielo no es más que la bruma y el espacio del agua...", en las que "todo está disuelto", de modo que en vano se buscaría alrededor de sí "traza o forma". "Nada, como horizonte, sino la cesación del color más subido. La materia de todo está reunida en una sola agua, semejante a la de las lágrimas que siento correr en mi mejilla."
Si vivimos exactamente la secuencia de estas imágenes, tendremos un ejemplo de su concentración, de su materialización progresiva. Lo que primero se disuelve es el paisaje en la lluvia; los perfiles y las formas se funden. Pero poco a poco el mundo entero se reúne bajo el agua. Una sola materia ha ganado todo. "Todo está disuelto."
Si volvemos sobre esta admirable imagen de Paul Eluard, juzgaremos qué profundidad filosófica puede
alcanzar un poeta que acepta la lección total de la ensoñación:
Vetáis comme un bateau coulant dans l'eau fermée,
Comme un mort je n'avais qu'un unique élément.
[Yo era como una nave que se desliza en el agua cerrada,
Como un muerto tan sólo tenía un único elemento.]
El agua cerrada toma en su seno a la muerte. El agua da la muerte elemental. El agua muere con el muerto en su sustancia. El agua es entonces una nada sustancial. No podemos llegar más lejos en la desesperación. Para ciertas almas, el agua es la materia de la desesperación.
(págs. 141-143)
IV. LAS AGUAS COMPLEJAS
A veces la penetración es tan profunda, tan íntima que, para la imaginación, el estanque guarda en pleno día un poco de esta materia nocturna, algo de sus tinieblas sustanciales. Se "estinfaliza". Se transforma en el negro pantano en el que viven los pájaros monstruosos, los estinfálidas, "hijos de Ares, que lanzan sus plumas como flechas, que arrasan y mancillan los frutos de la tierra, que se alimentan
de carne humana". Creemos que esta estinfalización no es una vana metáfora. Corresponde a un
rasgo particular de la imaginación melancólica. Sin
duda, puede explicarse en parte un paisaje estinfalizado por sus aspectos sombríos. Pero no es un
simple accidente que para traducir esos aspectos
de un estanque desolado se acumulen las impresiones nocturnas. Hay que reconocer que esas impresiones nocturnas tienen una manera propia de unirse,
de proliferar y de agravarse. Y que el agua les da
un centro donde convergen mejor, una materia donde
persisten por más tiempo. En muchos relatos, los
lugares malditos tienen en su centro un lago de tinieblas y de horror. (págs. 156-157)
La noche al borde del estanque trae un miedo específico, una especie de miedo húmedo que penetra al soñador y lo hace estremecer. La noche sola daría un miedo menos físico. El agua sola daría obsesiones más claras. El agua en la noche da un miedo penetrante. Uno de los lagos de Edgar Poe, "amable" a la claridad del día, despierta un terror progresivo cuando llega la noche:
Pero cuando la noche había arrojado su ropaje sobre aquel lugar, como sobre todos, y el viento místico iba a murmurar su música —entonces— ¡oh!, entonces, me despertaba siempre ante el terror del
lago aislado.
Al llegar el día, los fantasmas sin duda corren aún sobre las aguas. Brumas vagas que se desflecan, se van... Poco a poco ellos son los que tienen miedo, y por eso se van haciendo más tenues y se alejan. Por el contrario, al llegar la noche, los fantasmas de las aguas se condensan, y por eso mismo se hacen más próximos. El espanto aumenta en el corazón del hombre. Los fantasmas del río se nutren tanto, pues, de la noche como del agua. (págs. 158-159)
El limo es el polvo del agua, como la ceniza es el polvo del fuego. Ceniza, limo, polvo, humo ofrecen imágenes que cambian infinitamente su materia. Las materias se comunican por esas formas disminuidas. Se trata de algún modo de los cuatro polvos de los cuatro elementos. El limo es una de las materias más valorizadas. Parecería que el agua bajo esta forma ha proporcionado a la tierra el principio mismo de la fecundidad calma, lenta, segura. (pág. 168)
No en vano los gramáticos discuten para saber si arcilla es masculino o femenino. Nuestra dulzura y nuestra solidez son contrarias y ella requiere participaciones andróginas. La arcilla justo tendría que tener ya bastante tierra y bastante agua. Es muy hermosa la página en que O. V. de L.-Milosz nos dice que estamos hechos únicamente de arcilla y lágrimas. Un déficit de penas y de lágrimas y el hombre es seco, pobre, maldito. Demasiadas lágrimas, falta de coraje y de rigidez en la arcilla da otra miseria: "Hombre de arcilla, las lágrimas han ahogado tu miserable cerebro. Las palabras sin sal corren por tu boca como el agua tibia." (pág. 172)
O. V. de L.-Milosz, Miguel de Mañara, p. 75.
V. EL AGUA MATERNAL Y EL AGUA FEMENINA
La cronología del corazón es indestructible. Como consecuencia, cuanto más metafórico sea un sentimiento de amor y de simpatía, más necesario le será ir a extraer sus fuerzas de un sentimiento fundamental. En esas condiciones, amar una imagen es siempre ilustrar un amor; amar una imagen es encontrar en el saber una nueva metáfora para un amor antiguo. Amar el universo infinito es darle un sentido material, un sentido objetivo a la infinitud del amor por una madre. Amar un paisaje solitario, cuando estamos abandonados de todos, compensa una ausencia dolorosa, nos recuerda a la que no abandona nunca. Cuando amamos con toda nuestra alma una realidad es porque esta realidad es ya un alma, esta realidad es ya un recuerdo. (pág. 177)
De los cuatro elementos, sólo el agua puede acunar. Es el elemento acuñador. Es un rasgo más de su carácter femenino: acuna como una madre. El inconsciente no formula su principio de Arquímedes, pero lo vive. En sus sueños, el bañista que no busca nada, que no se despierta gritando Eureka como un psicoanalista asombrado ante sus menores descubrimientos, el bañista, que encuentra por la noche "su medio", ama y conoce la ligereza conquistada en las aguas; goza directamente con ella como con un conocimiento soñador, un conocimiento que, como veremos en seguida, abre un infinito.
La barca ociosa ofrece las mismas delicias, suscita las mismas ensoñaciones. Ofrece, dice Lamartine sin vacilaciones, "una de las más misteriosas voluptuosidades de la naturaleza". Innumerables referencias literarias nos probarían fácilmente que la barca encantadora, que la barca romántica es, desde algunos puntos de vista, una cuna recuperada. Largas horas despreocupadas y tranquilas, largas horas en las que, acostados en el fondo de la barca solitaria, contemplamos el cielo, ¿qué recuerdo nos traen? Todas las imágenes están ausentes, el cielo vacío, pero el movimiento está allí, vivo, sin choques, ritmado; es el ovimiento casi inmóvil, muy silencioso. El agua nos lleva, nos acuna, nos adormece. El agua nos devuelve a nuestra madre. (págs. 199-200).
Balzac no vacila al decir: "El voluptuoso balanceo de una
barca imita vagamente los pensamientos que flotan
en un alma." ¡Hermosa imagen del pensamiento
distendido y feliz! (págs. 200-201)
Balzac, Le lys dans ¡a vallée, ed. Calmann-Lévy,
p. 221
VI. PUREZA Y PURIFICACIÓN. LA MORAL DEL AGUA
VII. LA SUPREMACÍA DEL AGUA DULCE
La división —psicológicamente tan importante— del cuento y del mito no es fácil de hacer con respecto a la mitología del mar. Sin duda, los cuentos terminan por alcanzar a los sueños; los sueños terminan por nutrirse —escasamente— con cuentos.
Pero los cuentos no participan de veras del poder fabulante de los sueños naturales; los cuentos del mar menos que otros, puesto que los relatos de viajeros no son psicológicamente verificados por el oyente. El que vuelve de lejos puede mentir. El héroe de los mares vuelve siempre de lejos; regresa del más allá; nunca habla de la orilla. El mar es fabuloso porque se expresa en primer lugar por los labios del viajero del viaje más lejano. Fábula lo lejano. Ahora bien, el sueño natural fábula lo que se ve, lo que se toca, lo que se come. En los estudios psicológicos se deja de lado erróneamente este expresionismo primero que daña al impresionismo esencial del sueño y de la imaginación material. El orador dice demasiado para que el auditor sienta mucho. El inconsciente marítimo es según esto un inconsciente hablado, un inconsciente que se dispersa en relatos de aventuras, un inconsciente que no duerme. Por lo tanto, en seguida pierde sus fuerzas oníricas. Es menos profundo que este inconsciente que sueña en torno de experiencias comunes y que prosigue en los sueños de la noche las interminables ensoñaciones del día. La mitología del mar alcanza, pues, raramente los orígenes de la fabulación. (pág. 231)
VIII. EL AGUA VIOLENTA
Un complejo es siempre la bisagra de una ambivalencia. Alrededor de un complejo, la alegría y el dolor están siempre prontos a intercambiar su ardor. En la experiencia de la natación podemos ver cómo se acumulan las dualidades ambivalentes.
Por ejemplo, cuando se triunfa sobre el agua fría animosamente, nos da una sensación de cálida circulación. Resulta de ello una especial impresión de frescura, de frescura tónica: "El gusto del mar —dice Swinburne—, el beso de las olas [es] amargo y fresco." Pero son las ambivalencias trabajando la voluntad de poder las que ordenan todo. Como dice Georges Lafourcade: "El mar es un enemigo que trata de vencer y al que hay que vencer; sus olas son cuerpos a los que hay que afrontar; el nadador tiene la impresión de chocar con todo su cuerpo los miembros del adversario."
Pensemos en el carácter peculiar de esta personificación, sin embargo tan exacta. Vemos antes la lucha que los luchadores. Con más exactitud, el mar no es un cuerpo al que se ve, ni siquiera un cuerpo que abrazamos. Es un medio dinámico que responde a la dinámica de nuestras ofensas. Aunque surgieran imágenes visuales de la imaginación para dar una forma "a los miembros del adversario", habría que reconocer que esas imágenes visuales vienen en segundo lugar, subordinadas por la necesidad de expresar al lector una imagen esencialmente dinámica que es primera y directa, que por lo tanto deriva de la imaginación dinámica, de la imaginación de un movimiento valeroso. Esta imagen dinámica fundamental es entonces una especie de lucha en sí. Más que nadie, el nadador puede decir: el mundo es mi voluntad, el mundo es mi provocación. Yo soy quien agito el mar.
Para sentir el gusto, el ardor, las viriles delicias de esta "lucha en sí", no vayamos demasiado rápido hacia su conclusión: no lleguemos demasiado pronto al final del ejercicio, cuando el nadador goza de su éxito, cuando encuentra la paz en la sana fatiga.
Para caracterizar la imaginación dinámica, tomemos al contrario, aquí como en otras partes, la acción en sus premisas; e incluso, si queremos construir la imagen de la "natación pura" como tipo particular de la "poesía dinámica pura", psicoanalicemos el orgullo del nadador que sueña con su próxima proeza. Caeremos en la cuenta de que su pensamiento es una provocación en imágenes. Ya en su ensoñación le dice al mar: "Una vez más, voy a nadar en contra de ti, voy a luchar, orgulloso de mis nuevas fuerzas, con plena conciencia de mis fuerzas sobreabundantes contra tus olas innumerables." Esta hazaña soñada por la voluntad es la experiencia que cantan los poetas del agua violenta. Está hecha menos de recuerdos que de anticipaciones. El agua violenta es un esquema de coraje. (págs. 251-252)
Para proyectar bien la voluntad, hay que estar solo. Los poemas de la natación voluntaria son poemas de la soledad. La piscina carecerá siempre del elemento psicológico fundamental que hace que la natación sea moralmente saludable. (pág. 253)
CONCLUSIÓN. LA PALABRA DEL AGUA
REFERENCIAS
El agua y los sueños. Ensayo sobre la imaginación de la materia. Gastón Bachelard. Fondo de Cultura Económica. Traducción de Ida Vitale. 1978.
PARA DISCUTIR
1. Dime en un comentario cuál es tu fragmento favorito del escritor. A mí me cuesta decidirme por uno solo, pero si me viera forzado a elegir, sería este: "Una gota de agua poderosa basta para crear un mundo y para disolver la noche."
2. Si ya has tenido la inmensa fortuna de leer "El agua y los sueños", ¿cuál fue tu capítulo o fragmento favorito?
3. ¿Cuál es tu libro favorito de Gastón Bachelard?
4. Cuéntanos acerca de los escritores que más han contribuido a tu amor por la lectura. Esta es una pregunta muy difícil para mí, pero sin pensarlo demasiado están Gastón Bachelard, Julio Verne y Jorge Luis Borges, aunque mi escritor favorito hasta ahora es Philip K. Dick.
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