Contra los hombres de este tiempo. Sátira: Poema breve que evidencia los vicios y las ridiculeces de los seres humanos de manera festiva e ingeniosa.
Vengo de mis soledades,
por sacudir la pereza
con el trajin y viveza
de las alegres ciudades.
¡Oh ferias de vanidades!
¡oh bazares de mujeres!
¡anzuelos de mercaderes!
¡ingeniosos artificios,
antesalas de los vicios
y lonjas de los placeres!
¡Qué de pedantes hinchados,
qué de altivos mandarines
y ociosos y parlanchines
con ínfulas de letrados!
¡Qué de tontos disfrazados
de sapiencia y arrogancia!
¡Qué generosa abundancia
de petulancia y licencia!
¡Cómo progresa la ciencia...
de la atrevida ignorancia!
Las lecciones de la historia
lecciones son de humildad,
mas los hombres de esta edad
tienen flaca la memoria.
Juzgan que sube su gloria
porque vuela en aeroplano;
presume el orgullo humano,
con aires de fanfarrón,
que por la nueva invención
ya tiene el cielo en la mano.
Que hoy el afán nos consume
de preñar la calavera;
ya no hay cerrada mollera
que de ciencia no rezume.
Ya todo el mundo presume
de sutil sabiduría;
la noble filosofía
vive en la plaza, y en cueros;
hogaño, hasta los barberos
estudian sociología...
No es el asunto saber,
sino fingir que se sabe
y adquirir fama de grave
para medrar y ascender.
Cualquier necio bachiller
que escribe el primer ensayo
ya juzga para su sayo,
con pujos de fierabrás,
que sabe y merece más
que Menéndez y Pelayo,
¡Cuánta loca pretensión!
¡Cuántos mozos de esta pinta
se yerguen sudando tinta
de barata erudición!
Al que es tonto de nación
la tinta se le indigesta;
quien tiene dura la testa
tonto vive y morirá:
lo que Natura no da
Salamanca no lo presta.
Yo sé de un talento hermético
que se las echa de crítico,
de orador y de político,
de sociólogo y de estético.
Como es audaz y es herético
pronto le harán catedrático,
Y, á fuer de sinalagmático,
de arbitrista y paradójico,
será ministro, ello es lógico,
de un gobierno democrático.
Se atiborra de lectura,
cita nombres, cita escuelas,
parla más que un sacamuelas,
sin substancia y sin mesura.
Presumiendo de cultura,
da lo soñado por visto;
confunde a Buda con Cristo,
dice cuanto se le antoja,
pues con una paradoja
ya se acredita de listo.
Si alguno le contradice,
se revuelve, se demuda,
y con la voz campanuda
profiere: "¡La Ciencia dice...!"
¡Qué ha de decir, infelice!
¿Dónde a la Ciencia has oído
ni dónde la has conocido?
¿Piensas que tan noble dama
chirla así, con la soflama
de una moza del partido?
¡No la injuries ni avillanes,
que es señora muy honesta!
Jamás al juego se presta
de sandios y charlatanes!
Metida en vivos afanes,
no tuerce su voluntad
ni rinde su castidad
al ocioso rondador,
sino a quien siente el amor
profundo de la verdad.
¡A cuánto audaz sabihondo,
disfrazado de Merlín ,
se le clarea el magín
de puro mondo y lirondo!
Con artículos de fondo,
con revistas y revistas,
anda logrando conquistas
en los reinos de Minerva
toda una alegre caterva
de tontos y de egotistas.
Movido de la ambición
construyen una Babel
con cimientos de papel
y agujas de negación.
Su atrevida presunción
sabe el cielo castigar
condenándoles a hablar
en jerigonza; por eso,
aun los que tienen más seso
parecen locos de atar.
No quieren que a lo divino
la flor del alma le demos,
y quieren que comulguemos
con sus ruedas de molino.
Caso nuevo y peregrino:
si, con tanta diligencia,
la firme y total ausencia
de nuestra fe procuráis,
¿por qué, luego, excomulgáis
en el nombre de la ciencia?
Necios que donaire hacéis
de la ajena convicción:
¿por qué a vuestra negación
rendirle culto querréis?
Pues ¿qué autoridad tenéis
si negáis la autoridad?
¿Por qué la eterna verdad
de los dogmas desmentís,
si, luego, en dogma erigís
vuestra propia necedad?
¡Oh feria de vanidades!
¡oh bazar de felonías,
mercado de lacerías
y almacén de liviandades!
Me vuelvo a mis soledades,
que en mi apacible jardín,
fuera del loco trajín
de esta caterva de abantos,
¡me río de los encantos
del trapacero Merlín!
A mis soledades voy
aburrido de esta farsa,
de la estúpida comparsa ,
de los bachilleres de hoy.
Voyme, pues tan harto estoy
de histriones y de facetos,
parlanchines e indiscretos
con ínfulas de letrados...
¡que me vuelvo a mis cercados
en busca de analfabetos!
Ricardo León
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